20 de enero de 2013
Hoy, día de San Sebastián, llegamos a la isla de las Antillas Holandesas llamada Curaçao. Como va siendo habitual en los últimos puertos, llegamos hacia las 8 de la mañana y saldremos a las 18:00.
Como es habitual en los trópicos amanece en torno a las 6 de la mañana y anochece hacia las 18:00. Un poco antes del amanecer estábamos a la vista de la isla:
La capital de Curaçao es Willemstad. Al fondo vemos sus luces, aunque el movimiento del barco hace que salgan movidas, aunque la hemos puesto pues nos parece un resultado muy estético.
Bandera de Curaçao
Nada más bajar a unos pocos metros está la oficina de turismo, donde nos atendieron con gran amabilidad.
Oficina de turismo
Y por primera vez nos encontramos con que no nos proponen un viaje en coche o en autobís sino que insisten en que vayamos paseando hasta Willemstad y que allí contemplemos la ciudad que está en la «Lista de Herencia Mundial» de la Unesco.
Nosotros ya conocíamos la isla, pero no habíamos visto la capital que ha resultado ser muy bonita.
No solo nos ofrecen pasear sino que hay un camino perfectamente señalizado que nos lleva desde el barco a la ciudad; se tardan unos seis minutos.
Barco al fondo. En primer plano el camino señalizado que lleva a la ciudad
Paneles señalizadores. Aquí nos habla de la la gran importancia que tuvo Curaçao en el tráfico de esclavos
Una vista desde el paseo
Músico tocando el tambor de acero
Músico tocando el tambor de acero, que es una invención del Caribe.
Muchas veces en la música caribeña se oye una especie de xilófono pero no de madera sino metálico. Este es el tambor que lo produce.
Para cruzar al centro de la ciudad hay que pasar por este puente flotante.
En la ciudad hay lo que parecen buenos restaurantes pero casi todos de precios elevados. No parece haber restaurantes más humildes.
Carta del restaurante Kasbanini
Interior del Rif Fort
Puente que nos lleva al centro de la ciudad