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Ayer fue 1 de septiembre de 2012. Era la primera vez en mi vida que pasaba el 1 de septiembre en el sur de España. Mi mujer y yo nos fuimos a comer de un modo muy andaluz: unos vinos y unas tapas. Al caminar por una calle de Fuengirola, sopló el viento. No era nada especial, simplemente que el viento soplaba; pero, de repente, me dio la sensación de Otoño. Ya se que es verano. Ya sé que los calores de agosto están presentes… pero la sensación de otoño fue intensa. Tremendamente intensa.

Ladró un perro y yo vi con mi mente a mi perra «Canuta» –su nombre real era Conducta, pero yo era incapaz de pronunciar aquel absurdo nombre–. Y me vi a mi mismo acurrucado en una esquina al lado de mi gato Zenit. El Sol del otoño pegaba de lleno. El gato se acurrucaba a mi lado. De repente, un viento produjo un remolino de polvo. Calor, gato, polvo… En unos días tendría que volver al colegio. ¡Vaya rollo! Tendría que dejar mis lecturas y tendría que dedicarme a aquellas historias que no me interesaban nada: la lista de los reyes godos, el teorema de Tales, …

Mi padre me había regalado muchas obras de Julio Verne y de Daniel Defoe (Robinson Crusoe) y de Emilio Salgari y me había emocionado con aquellos marineros que se aventuraban a ir a los «mares del sur»… islas, piratas, tesoros, climas extraños, animales sorprendentes,… 

Las había leído con deleite; en mi juvenil cabeza siempre estaba el deseo de ir a los mares del sur. A aquellas tierras míticas donde había piratas, y las islas volcánicas surgían de la nada. Leí Robinson Crusoe, leí La isla misteriosa, leí Historia de los piratas, leí a Marco Polo, leí…. Leí, leí, leí,…

Empecé una carrera –no se la digo pues a lo largo de estos post aparecerá–. Y el primer año me hice con amigos fascinantes, como por ejemplo Ramiro Blanco, David López, Miguel Amírola, Guillermo Cacharrón, MariCarmen Tamayo,… –Please, no hagan mucho caso de los nombres, para salvaguardar la intimidad pueden ser falsos.

A mi manera colaboré con el programa de «Ángel Álvarez» titulado «Vuelo 605″ y con «Caravana de Amigos». Mi primo me presentó a Masiel y a Eduardo Aute…. ¿Que no le suena ninguno de los dos? ¡Qué maravillosamente joven es usted!

Soñé en ser pirata, soñé en dar la vuelta al mundo como Juan Sebastián El Cano, soñé en ser capaz de hacer un descubrimiento como el de Urdaneta que permitió volver de las Filipinas… Leí a Marco Polo….

Un día  del año 1964 me animé a ir a «El Corte Inglés» de Preciados en Madrid y pedir un folleto de la vuelta al mundo. Me lo dieron. Era un crucero que, como su nombre indica, daba la vuelta al mundo. Su precio, para los conceptos de aquel año, era disparatado: cuatro millones de pesetas por persona. Pero los lugares que visitaba me traían recuerdos. Recuerdos de los libros que me regaló mi padre; recuerdos de las historias que me contaba mi abuelo. ¡Recuerdos!

Cuando conseguí un trabajo fijo traté de ir a aquellos sitios que me habían fascinado de la vuelta al mundo. Fui a la Isla de Pascua a ver sus moais, fui a Palenque a ver su pirámide, fui a las pirámides de Egipto, fui a ver la columna de hierro que nunca se oxida en Delhi, fui a los templos budistas del Tíbet, fui a …

Pero siempre había una zona que nunca llegaba a ir: El Pacífico, Australia, Nueva Guinea, Nueva Zelanda…

Y no logré ir porque los precios eran prohibitivos; se escapaban de mi capacidad de gasto.

Para dar la vuelta al mundo en barco, para mí el barco era imprescindible, se necesitaban dos cosas: dinero y tiempo.

He estado trabajando, con un mes de vacaciones, hasta los 65 años. Al jubilarme me he encontrado con dinero suficiente para dar la vuelta al mundo y, lo más importante, con TIEMPO. Puedo dedicar tres meses y medio en dar la vuelta al mundo.

Mi segunda sorpresa ha sido que la compañía COSTA ha hecho una ruta de «Vuelta al Mundo» que dura casi cien días y que cuesta: lo mismo que costaba la Vuelta Al mundo de El Corte Inglés de hace casi cincuenta años. Es sorprendente lo que la industrialización del turismo ha conseguido. Hoy un sencillo trabajador como yo puede permitirse dar la vuelta al mundo al estilo de lo que Agatha Cristie contaba en sus viajes. La diferencia es que Agatha Christie nos habla de la nobleza y de la alta burguesía inglesa y en mi caso estamos hablando de un trabajador que ha vivido de su sueldo. La vuelta al mundo me cuesta más o menos lo que un coche. Me siento con salud para hacerlo y quiero hacerlo. Y quiero comunicarles mis sensaciones, mis problemas, mis decepciones –seguro que las habrá–, y mis alegrías…

Mi mujer y yo conocemos casi todos los puntos que toca el crucero y ya hemos viajado en ese barco, pero son nuevos para nosotros Hawái, Nueva Zelanda y Australia.

El objetivo de este blog es ir dándoles cuenta de nuestras experiencias, tanto si son buenas como si son malas.

Nos quedan cuatro meses para partir. Estamos ilusionados. Sabemos que habrá grandes alegrías y grandes decepciones. Nuestra intención es ir escribiendo nuestras experiencias sean estas buenas o malas.

Si quieren contactar con nosotros pueden hacerlo a esta dirección:

 

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