Sábado 17 de enero de 2015
EL ESPACIO PRIVADO
Tras varios viajes a países con mayoría de habitantes islámicos –Egipto, Pakistán, Marruecos– me había prometido a mi mismo no volver a ninguno de ellos. Por una razón muy sencilla, por el distinto concepto de espacio privado que tenemos con ellos y por los pesados vendedores.
El sentido de espacio privado es una de esas cosas que nos pasan desapercibidas y que más extraño se hace. Recuerdo que en una mezquita de Pakistán –creo que en Islamabad– estaba con mi familia viendo la mezquita y que llamó la atención un detalle, lo señalé a mi familia y apunté con el teleobjetivo y un grupo de paquistaníes que había por allí, se nos acercaron y nos empujaron para ver –desde nuestra misma posición– qué es lo que nos llamaba la atención.
Esto es normal en ciertas culturas islámicas. A los españoles nos molesta y no digamos a los anglosajones, cuyo espacio «íntimo» es muy superior al nuestro. Para los paquistaníes no había nada de raro es empujarnos para ponerse en nuestro sitio y ver lo mismo que nosotros; para nosotros es muy raro y para los anglos es una auténtica grosería.
Estoy seguro de que, sin darme cuenta, alguna vez yo he hecho algo similar con los anglos. Como mi espacio «íntimo» es menor que el suyo, es muy posible que me haya acercado demasiado a un grupo inglés sin darme cuenta de que eso les molestaba,
Pues bien, he roto la promesa que había hecho y he estado en Dubai, Abu Dabi, Oman… y Uzbekistán.
Dubai, Abu Dabi y Omán no han cambiado demasiado mi concepto. Quizá el de los vendedores palizas sí, pues ni en Dubai ni en Abu Dabi los hay, pero el clima de opresión religiosa, está presente… y prefiero países libres, que no piensen que las verdades están en un libro por gordo que este sea.
UN ISLAM NO AGOBIANTE
Pero Uzbekistán sí que me ha hecho cambiar. Literalmente Uzbekistán no es islámico; es un país con una constitución laica, pero el 85% de su población es islámica. Pero es un islam no agobiante. Hay mujeres que van vestidas con Burka, pero también las hay que van en minifalda. Hay bodas tradicionales, pero también las hay al estilo occidental.
Hay bares con alcohol sin problemas. Los que no quieren beberlo por la prohibición religiosa, no lo beben, pero no imponen sus ideas a los demás. Al menos esa es la sensación que me ha dado en la semana que he estado allí.
Incluso las madrazas y mezquitas con representaciones de animales que hemos visto, demuestran que no es un islam impositivo. He estado muy poco tiempo, pero la sensación que me ha dado es que no tendría ningún problema para convivir con ellos.
Recuerdo que cuando salimos de Jiva por la puerta del este, nos cruzamos con muchas personas vestidas con los trajes tradicionales, que debían de ir a la mezquita. Al pasar se me ocurrió saludarles, todos me devolvieron el saludo y, aunque no entendí ni palabra, su sonrisa, su placidez me demostraba que me deseaban un buen día.
Según nos dijo el guía –creyente y practicante del islam– el problema de Uzbekistán es proteger sus fronteras de la entrada del fundamentalismo islámico. Cuando llegamos, la mayor parte de su ejército estaba al sur, para proteger sus fronteras de los intentos de Afganistán de llevar su fundamentalismo al norte.
Me ha hecho pensar que mezquitas antiguas hoy sean museo de temas que no tienen nada que ver con la religión. Eso es impensable en un islam fundamentalista. ¿Y en un cristianismo fundamentalista?
Me ha hecho ilusión ver que en las madrazas enseñan informática y telecomunicaciones. Pasar de enseñar el Corán en exclusividad a otras materias tiene mérito.
CHARLIE HEBDO
Aunque el viaje lo hice en agosto, este diario lo he acabado en enero de 2015. Un enero conmocionado por el atentado islamista a la revista «Charlie Hebdo». Los chistes de esta revista me parecen muy burdos. Pero defiendo al libertad de expresión. La libertad de todos, de los islámicos con sus prohibiciones que para mí son absurdas y de los cristianos con las suyas o de los hinduístas con sus prohibiciones de comer vacas. Y no solo eso, yo no creo en homeopatía ni en las «medicinas alternativas» pero sería horrible que alguien las prohibiera. Si alguna empresa de homeopatía sufriera un atentado, yo me manifestaría por su derecho a decir chorradas y, probablemente, a continuación diría que sus productos son un fraude.Tal como decía Voltaire: «No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo«.
Estos días también se ha recordado las denuncias a Bassi y a Krahe. Freñir u crucífijo –Krae– no me parece la más brillante de sus ideas, pero pretender penarle por ello es una aberración indigna de un país moderno. Los que le acusaron no dejan de sertseres bárbaros que no merecen estar en mundo civilizado.
Leo Bassi y su Iglesia Patológica, me parece tremendamente burdo y simple, y sobre todo, una copia de la Iglesia del «Monstruo del Espagueti Volador«.
Prohibir una procesión atea me parece una perversión propia de cavernícolas. No muy distinta de la de lanzar una fatwa contra los «Versos Satánicos».
He venido de Uzbekistán pensando que puede haber una sociedad islámica tolerante. Me ha reconfortado enormemente y espero que las cristianas también sean capaces de hacerlo. Aunque lo dudo. Me ha sorprendido que Mariano Rajoy que ha hecho una de las leyes más represivas contra la libertad de expresión de todo el mundo occidental, se haya manifestado en París a favor de Charlie. Contradicciones de ese extraño partido que es el PP. El más corrupto y el que tiene mayor intención de voto. ¿Ustedes lo entienden? Yo tampoco. Estoy pensando irme el próximo verano a Jiva a tumbarme al sol y olvidarme de nuestro absurdo país, atrapado entre la Edad Media y la modernidad.
Si puedo, volveré a Uzbekistán. Una semanita en el hotel de Jiva, con su piscina, sus cervezas y sus paseos por una ciudad que es en sí un museo, merece la pena. Es muy gratificante perderse en sus calles. Y soñar en los saltos en el tiempo tan típicos de la literatura islámica.
Bar del hotel
En el bar de Jiva
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