Miércoles 3 de abril de 2013
Poco después de amanecer, el barco se encontraba muy cerca de Mascate. A lo lejos se veía un islote muy cerca de la costa:
Tal como estaba previsto llegamos al puerto de Mascate a las 8:30; unos pocos trámites aduaneros y a las nueve podíamos bajar. Teníamos prisa pues sabíamos que la mezquita del sultán Qaboos cerraba a las once.
Teníamos contratado el «Big Bus» de Omán, y pensábamos, erróneamente, que funcionaría como en Abu Dabi y en Dubái: que el bus estaría cerca del punto de atraque del barco. Tal como he dicho fue un error; el bus estaba fuera del puerto y desde el punto de atraque hasta la salida del puerto había una distancia considerable que, lo más grave, es que las autoridades de Omán no dejaban hacer a pié; había que coger obligatoriamente un autobús que te llevabas desde el barco a la puerta; según ellos gratuito. Según nosotros: hubiéramos preferido mil veces que cobraran y que funcionase.
Los autobuses tardaban en llegar la gente iba bajando del barco y esperaba. Pero allí había un montón de lobos. Más o menos había una cola. Pero si el autobús paraba en mitad de la cola, los de la mitad no dejaban que subieran los primeros sino que se abalanzaban como fieras a subir. Logré que mis compañeros subieran en uno, pero yo me quedé abajo: el primero. Llegó el autobús y una alemanota no me dejó subir. Me enfrente a ella. Me llamó de todo. Por fin subí. Al bajar, una alemana se me acercó y, en castellano, me pidió disculpas en nombre de los alemanes. Aquellas fueras no estaban educadas. Después me aclaro algo: «bueno, en realidad no son alemanes, ya sabes, son del este». Yo no sabía nada, pero agradecí que un alemán reconociera que se estaban comportando como fieras.
Salimos del puerto y el Big Bus resultó que tenía su parada a algo más de un kilómetro. Fuimos andando tranquilamente y vimos una cola muy bien formada para subir en él. En cabeza estaba un matrimonio de personas mayores de unos 65 años. Llegó el autobús. Esperamos s que bajasen los que iban en él y cuando el matrimonio se disponía a subir las fieras alemanas se abalanzaron, los empujaron y los echaron. El autobús se llenó, nosotros no pudimos subir, pero el matrimonio tampoco. Eran los primeros y llevaban una hora esperando. ¿Qué agradables, esos alemanes, verdad? Digo esos porque no me cabe la menor duda de que la mayor parte de los alemanes son educados y respetan las colas; pero a nosotros, en el barco, nos tocó una pandilla de impresentables. Impresentables entre gente que uede pagarse un viaje de la vuelta al mundo.
El «Big Bus» de Mascate, fue muy malo. En parte siento un cierto nudo en el estómago pues pienso que tengo algo de culpa. En Abu Dabi nos gustó tanto que lo comentamos como algo bueno. La voz se corrió: ¿Por qué pagar la excursión del barco –el triple de precio– o a un taxi –que no sabes cómo te saldrá– si hay un tour con una calidad estándar bien montado?
El Mascate estaban desbordados. No tenían capacidad para atender a dos barcos. Además del nuestro, más o menos a la vez que nosotros llegó el «Serenade of the seas». Big Bus no tenía capacidad para resolverlo.
Por fin montamos y tratamos de llegar a la Gran Mezquita del Sultán Qabus antes de que cerraran el acceso –a las 11–; no lo logramos, pero, a pesar de todo, fue muy interesante. Es más, quizá el no poder entrar nos permitió ver con calma –y sin gente– cosas que de otro modo no hubiéramos visto.
Nota fotos y texto. Salvo las fotos que tienen un agradecimiento específico, como por ejemplo Wikipedia, son nuestras y las licenciamos con
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