Agosto de 2014 (Sí, catorce, no es un error).
Tras mi viaje de la vuelta al mundo, cuyas crónicas fueron enviadas religiosamente a Onda Cero desde cada uno de los puertos en los que lograba Wifi (muy fácil en Starbuck de Los Ángeles, horroroso en McDonald de las islas Fiyi, o en las montañas azules de Australia), mi forma de colaborar con dicha emisora cambió. Normalmente, dejó de ser un diálogo Yáñez-Ares para ser un monólogo mío. Lo lamenté, pues las preguntas de Yáñez siempre fueron incisivas, provocativas y que me animaban a hablar. Yáñez es un gran profesional que sabe sacar lo mejor de ti en una entrevista.
Pero limitaciones técnicas lo impedían. Así que mis colaboraciones comenzaron a ser un monólogo. Yo hablaba, y Yáñez escuchaba. Y, algo muy importante, tengo problemas respiratorios, por lo que mis grabaciones suelen salir con soplidos, toses, etc. Todo eso, el genio de Eduardo lo eliminaba. Una de las colaboraciones que le mandé fue la que viene a continuación. Lamento que no haya imágenes ni nada parecido. Pero no tengo tiempo, ni humor para andar haciendo florituras con imágenes. Esto ocurrió hace once años.
Hay que visitar Auswitz. Sin duda te cabrearás. Es una experiencia cruel. Es posible que llores. Y no solo si eres judío. También si eres gitano, o si eres homosexual, o si eres … Español.
Te cabrearás. Sufrirás. Jamás habrás visto la degradación humana en su más alto nivel. Pero hay cosas que hay que verlas, hay que sentirlas, hay que llorar… ¿Eso soy yo? ¿Los humanos podemos haber llegado a tal nivel de degradación? En Auswitz lloré. Es un mal trago, pero creo que hay que pasarlo. Hay que sufrir, hay que ver a lo que nos conducen las idea de lo que «saben la verdad».
Cuando preparo las notas para los programas, siempre tengo mucho más material. Voy hablando y hablando tal como se me “escurren” las ideas, pero, cuando miro al reloj, veo que me he pasado y tengo que acabar. Por lo que mis notas en borrador casi nunca se parecen a lo que después se emitió. Agradezco enormemente a Onda Cero que me haya permitido expresar mis ideas durante 35 años.
Como curiosidad morbosa, les pongo las notas que tenía preparadas para esta colaboración. El texto está aquí:
Queridos oyentes,
Como muchos de vosotros sabéis, he estado recientemente en Polonia, y hoy quiero hablaros de un lugar que representa una de las páginas más oscuras de la historia de la humanidad: el campo de exterminio de Auschwitz.
Ojalá pudiera expresar esta reflexión con una voz cargada de luto, pero tengo la voz que tengo y, con ella, trataré de transmitiros la profundidad del impacto que produce visitar este lugar. Auschwitz no es solo un sitio para recordar, sino para sentir el horror que allí ocurrió.
Recorrer sus instalaciones y observar las condiciones en las que vivían los prisioneros es absolutamente desgarrador. Pero si hay algo que realmente sobrecoge es entrar en las enormes cámaras de gas, capaces de asesinar simultáneamente a dos mil personas. Es entonces cuando te asalta la pregunta: ¿cómo es posible que un ser humano haya concebido semejante brutalidad?
Rudolf Höss, el comandante de Auschwitz, fue quien introdujo el método de exterminio con el gas Ciclón B. En el recorrido por el campo, se pueden ver los botes originales que contenían este veneno letal. El Ciclón B era un compuesto sólido que, al entrar en contacto con la humedad, liberaba ácido cianhídrico, un gas más pesado que el aire que descendía rápidamente, matando a todo ser vivo en su proximidad. Su origen es sorprendente: derivaba del Ciclón A, un insecticida agrícola diseñado para combatir plagas. Sin embargo, para Auschwitz, los nazis pidieron que se eliminara el aditivo que le daba mal olor, asegurándose así de que sus víctimas no pudieran detectar el peligro.
Si nos remontamos más atrás en el tiempo, encontramos otra figura paradójica en la historia de la química: Fritz Haber. Este científico, galardonado con el Premio Nobel en 1918 por desarrollar la síntesis del amoniaco, tuvo una doble cara. Su descubrimiento permitió la fabricación de fertilizantes que han alimentado a millones de personas, pero también facilitó la creación de explosivos y gases venenosos utilizados en la guerra.
Haber, de origen judío pero convertido al luteranismo, pensó que su renuncia a su identidad lo protegería del antisemitismo. En 1901, se casó con Clara Immerwahr, una química que se opuso radicalmente a la investigación de armas químicas de su marido. En un acto de desesperación, Clara se quitó la vida en 1915. Años después, en 1933, Haber aceptó presidir el Instituto Weizmann en Israel, pero murió antes de llegar a su destino. Irónicamente, sus familiares, a pesar de haberse convertido al cristianismo, no escaparon a la persecución nazi y acabaron muriendo en las cámaras de gas de Auschwitz, exterminados por el mismo compuesto químico que él ayudó a desarrollar.
La historia de Fritz Haber ejemplifica la ambivalencia del ser humano: su talento contribuyó tanto al progreso como a la destrucción. Auschwitz nos recuerda, con crudeza, hasta dónde puede llegar la perversidad humana cuando se utiliza la ciencia para la barbarie.
Este es un lugar que todos deberíamos visitar al menos una vez en la vida. No es fácil, pero es necesario. Nos obliga a reflexionar, nos confronta con el pasado y nos advierte sobre los peligros de la intolerancia y el odio.
Hasta la próxima.
[*Notas*]
Nota fotos y texto. Salvo las fotos que tienen un agradecimiento específico, como por ejemplo Wikipedia, son nuestras y las licenciamos con
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En esta ocasión he contado con la colaboración de Vero.
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