Domingo 24 de marzo de 2013
A media mañana nuestro barco estaba en la bahía de Cochín. Allí vimos árboles, edificios interesantes, redes de pesca «chinas» y un tráfico incesante de barcos que llevan pasajeros de uno a a otro lado.
Hay un brazo de tierra y atracan barcos a los dos lados. En el lado contrario al nuestro podemos ver un trasatlántico.
Es interesante ver que se han hecho muelles en mitad del mar. Sin duda de ese modo se aumenta la capacidad de puerto, pero lo que no me queda claro del todo es cómo salen los tripulantes hacia la ciudad. Supongo que en barquitos, pero nunca logré verlos.
Una mirada hacia atrás nos permite ver que la bahía está cuajada de islas y de los vaporcitos que transportan pasajeros de una orilla a otra.
Por fin empezamos a vislumbrar el puerto en que atracaremos.
Como fácilmente pueden ver es un campo sin nada. No es una terminal de cruceros. Se trata de un muelle de contenedores. Está bastante lejos de la ciudad.
Llegamos al puerto a las 12 del mediodía. Tuvo que subir la policía y revisar los pasaporte; cuando pudimos salir era más tarde de las 13. Como lo sabíamos, previamente habíamos comido. Nuestra intención era aprovechar toda la tarde para ver lo más que pudiéramos de Cochín. Por suerte, la dirección del crucero lo tenía previsto y habían adelantado el horario de comidas. Ese día pudimos empezar a comer a las 11:30 de la mañana. Para los franceses y los alemanes no era demasiado raro, no tengo que decir que para los españoles sí que lo era.
Ya saben ustedes que normalmente hay que pelear un precio con los taxistas –lo llaman regatear–, pero en este caso había una cosa que a mí me gustó mucho. A la izquierda (mirando desde el barco hacia el muelle) había una caseta de taxis. Allí te daban un recorrido y un precio y un taxi venía a buscarte. Había coches y tuc-tuc. Nosotros, que en esta ocasión éramos cuatro, elegimos un taxi. Por visitar los doce puntos más significativos de Cochín nos cobraban 20 Euros –podía pagarse en Euros–. Aceptamos, subimos al coche y empezamos a recorrer la ciudad.
Ví una simple curiosidad. «Airtel». Así empezó llamándose Vodafone en España. ¿Qué querrá decir Airtel en Cochín? El aspecto general del cartel recuerda al de Vodafone.
En unos pocos minutos llegamos a un pequeño templo hinduista de nombre Amangixa. Nos paramos a sacar unas fotos –en el contrato estaba establecido que podíamos pedir al chófer que parase donde quisiéramos para sacar fotos.
A mi los templos hindúes me dan cierta sensación de casa de muñecas. No quiero faltar al respecto, pero esos dioses de colorines me parecen las muñecas peponas de la época franquista.
Continuamos viaje.
Tras visitar esta tienda continuamos viaje hasta el Palacio de Mattancherry, también conocido como palacio holandés.
Dentro del museo estaban prohibidas las cámaras así que no puedo mostrarles nada. En cualquier caso me pareció un museo muy malo. Básicamente se trataba de leer la historia de Cochín en grandes paneles. Y, sinceramente, para leer prefiero hacerlo en un libro que de pié rodeado de una gran multitud.
Enfrente del palacio holandés estaba este tempo hinduista.
Nuestra siguiente parada fue una tienda de artesanía. Entre otras muchas cosas había ajedreces de ónice y algo que me sorprendió mucho: instrumentos de navegación antiguos, magníficos y por muy buen precio.
Al lado de esta tienda había otras de especias:
Nuestro siguiente punto era la iglesia de San Francisco. La más antigua cristina.
En la carretera vimos estos árboles: ¿se trata del famoso árbol del pan?
LAS REDES CHINAS
La siguiente parada nos llevó a «las redes chinas». Se trata de un sistema de redes –inventado por los chinos– para pescar. La clave de estas famosas redes es que están colgadas con contrapesos –como un ascensor– y que subirlas y bajarlas cuesta muy poco. Se bajan –se sumergen en el agua– con un cebo dentro. Se espera a que lleguen los peces y cuando se ve que hay unos cuantos se sube la red sin ninguna dificultad por los contrapesos. Los pescados se exhiben en una mesa que está al lado y los puedes comprar. Unos metros más allá hay un puesto donde el pescado que has elegido te lo limpian y lo asan o lo fríen a tu gusto. ¡Más fresco imposible!
Tal como ya había dicho, nada más pescar se ponen a la venta en un tenderete.
Hasta aquí hemos mostrado lo positivo, por desgracia también hay aspectos negativos. Si en vez de enfocar a lo alto de las redes, lo hacemos al suelo, nos encontramos con este desagradables espectáculo que, además, huele.
Preferimos alejarnos de aquel sitio recordando las bellas imágenes de las redes chinas a esa suciedad.
VUELTA AL BARCO
En nuestro camino de vuelta al barco vimos algunas cosas interesantes.
NOTA SOBRE FOTOS. Todas las fotos de este post son nuestras y permitimos usarlas libremente siempre que se diga que están tomadas del blog viajes.ares.fm. Si las quieren en más resolución, pónganse en contacto con nosotros: