2 de febrero de 2013
En todos los puertos en los que habíamos tocado anteriormente o bien en el propio puerto había WiFi o lo había en algún bar cercano; así que como en Los Ángeles íbamos a estar dos días, esperaba salir por la noche del primer día y resolver todo lo que tenía pendiente: correos electrónicos, actualizar este blog y enviar mis «postales sonoras» a Onda Cero.
Nada más llegar al puerto ya vi que estaba equivocado. El puerto es una nave desangelada sin nada, sin ni siquiera una silla para sentarse. Por razones de seguridad tampoco hay bares ni nada dentro y resulta que el puerto de Los Ángeles está a 40 minutos en taxi –unos 70 US$– del centro. En el centro claro que hay WiFi en muchas cafeterías pero hay un problema. Nosotros hemos formado un grupo de seis personas que vamos a los distintos lugares. Pero yo no puedo parar a cinco personas durante dos horas en un bar en Los Ángeles porque quiera hacer mis cosas en internet. Por eso mi intención era hacerlo el el puerto, pero al ver lo aislado y patético del puerto ya vi que era imposible. Así que en Los Ángeles no pude conectarme.
Ironías de la vida; en el estado más tecnológico de Estados Unidos y creador en gran parte de las tecnologías de internet no pude conectarme a la red.